LFC tocando para vos, pero... ¿Tocando qué?
(Los Fabulosos Cadillacs en el estadio Luna Park / 25 de agosto de 2009)
Las canciones las tienen, las siguen teniendo, y eso no vamos a discutirlo. Y son canciones poderosamente hermosas, y es un placer que las sigan tocando en vivo, poder seguir viéndolos, y ojalá lo hagan por el resto de la vida que les quede vivir. Ahora bien, Los Fabulosos Cadillacs no tienen absolutamente más nada para decir, lo que es un inconveniente para cualquier banda, pero lo es más para una que le dio sustancia a ese subgénero panregional que conocimos como rock latino y que siempre ha puesto fichas en el trabajo de su propia evolución, tanto desde el punto de vista del sonido como del discurso. Los Cadillacs tocando para vos, pero ¿Tocando qué?
-Esas viejas y muy lindas canciones
-Ah, tocando eso.
El show empezó con algunos problemas: la voz, la maravillosa voz de Gabriel Fernández Capello empastada en la pared de sonido de un, dos, tres, siete vientos sobre el escenario. Igual, eso a quién le importa: al ingeniero de sonido, a la mamá del ingeniero de sonido, a quién más puede.
Mejor ecualizados, el concierto siguió su curso profesional y profesional es una palabra mala, muy mala para un punkrocker en banda. Los aspavientos de Rotman en un Luna Park al 75 por ciento se quedaron medio en eso y yo recuerdo cuando Obras, que no se llamaba Pepsi, se vino abajo con el vivo de Matador en el año 1994, y lo recuerdo porque esa misma noche, en Vélez tocaba Whitney Houston y yo no entendía cómo había gente que esa noche había elegido ir al estadio de Vélez. Ahora volvieron a tocar Matador, muy correctamente, demasiado correctamente.
Pero esta no es la crónica de un concierto que respetó todos los límites de velocidad de su propia carretera artística, ni siquiera una crítica que deriva en dos estrellas, tres, tres y ½, por mi pueden ponerle las que quieran. Este es un poco el lamento de alguien a quien unos sujetos con sus instrumentos una vez lo convencieron de que eso que hacían era lo que tenían que seguir haciendo. Recuerdo un aviso de MTV, de esos avisos que inventan los publicistas mientras juegan al ping pong en las salas de ocio creativo: era el elefante dentro de la boa que parece un sombrero y que todos hemos visto a los diez años en El Principito de Antoine Saint Exupéry. Bueno, el aviso decía que ni era sombrero, ni era elefante dentro de boa: eran los Cadillacs que habían sido devorados por una serpiente mientras buscaban nuevos sonidos en la selva.
Yo no sé si en los 90 Cadillacs de verdad habrá ido a la selva a buscar nuevos sonidos, y si fueron, no tengo la certeza de que los hayan encontrado. Lo que sí es indiscutible, es que ese aviso hoy sería ridículo. Los Cadillacs no buscan nada, los Cadillacs no buscan más. Y los afiches ahora son los de Jumbo, que te dice: comprá en nuestros hipermercados por toda esta plata y te podás ganar todas estas entradas para verlos en River: a tu codicia, digo no, digo no, digo no.
Tampoco es que tengan la obligación de seguir con el experimento. En San Francisco debe haber muchas chicas contentas de poder seguir viendo a Creedence Clearwater Revisited, como aquí somos muchos los que nos alegramos de seguir viendo en vivo a Los Cadillacs, y ellos ni siquiera tienen a John Fogerty, y nosotros seguimos teniendo a Vicentico, lo que habla muy bien de John Fogerty.
Okay, es cierto, tampoco hay que ser tan duro. Fue emocionante la versión de Siguiendo la luna que hicieron sobre el final de un concierto sin final, o con final abrupto, sin bises. Y eso paga cualquier entrada de cualquier concierto de cualquier banda que quiera seguir viviendo de cualquiera de sus viejas glorias, sólo que…